Revolución Hispanoamericana
territorios Realistas
Antecedentes
En el año 1820 España entró en una debacle política por la sujeción del rey Fernando VII, y la restauración de la Constitución Liberal, apoyada por el general Rafael de Riego, quien sublevó la expedición de 20.000 soldados destinados al Río de la Plata para auxiliar a los realistas de América. Esto acabó para siempre con las expediciones de refuerzos de España, que desde entonces no se aprestaron para ningún lugar de América, y motivó que los dos grandes virreinatos, del Perú y de Nueva España, que hasta el momento habían contenido el avance de la revolución hispanoamericana tomasen caminos opuestos.
Mientras en México los monárquicos absolutistas afianzados tras destruir a los insurgentes, proclamaron su separación negociada de la España Liberal mediante el Plan de Iguala, los Tratados de Córdoba y el pacto trigarante. En el Perú por el contrario, el virrey Pezuela estaba desacreditado por la derrota en Chile y debilitado por la expedición a Lima de José de San Martín. El virrey absolutista fue derrocado finalmente por el golpe militar del general José de la Serna el 29 de enero de 1821 en Aznapuquio, quien proclamó entonces su adhesión a la Constitución Liberal.
Los independentistas comenzaron una prometedora campaña para derrotar a La Serna y los militares contrarios a la independencia que le apoyaban. Pero los realistas, bajo una sólida subordinación militar, destruyeron sucesivos ejércitos independientes. El primero en las campañas de Ica, comandado por los patriotas Domingo Tristán y Agustín Gamarra, un año después en las campañas de Torata y Moquegua aniquilaron la Expedición Libertadora dirigida por Rudecindo Alvarado, retirado José de San Martín tras la Entrevista de Guayaquil. El inesperado año 1823 terminaba con la destrucción de otro ejército patriota comandado por Andrés de Santa Cruz y Agustín Gamarra, en otra campaña abierta sobre Puno, que comenzó con la batalla de Zepita, que ocupó la ciudad de La Paz el 8 de agosto, consiguiendo llegar a Oruro en el Alto Perú. El virrey La Serna terminó la campaña de Zepita desbandando las tropas aisladas de Santa Cruz y recuperando Arequipa tras batir a Antonio José de Sucre, quien reembarcó a los colombianos el 10 de octubre de 1823, salvándose con sus tropas pero perdiendo la mejor parte de su caballería.
Finalmente, lo que restaba de optimismo se apagaba por las denuncias de traición contra los presidentes peruanos José de la Riva Agüero y José Bernardo de Tagle. Riva Agüero deportó diputados del Congreso del Perú y organizó un congreso paralelo en Trujillo y luego de ser declarado reo de alta traición por el Congreso del Perú fue desterrado a Chile. En cambio Tagle buscaba firmar la paz sin batallas con el virrey La Serna por lo cual fue a entrevistarse con los realistas. Este acto fue considerado por Simón Bolívar como traición. Tagle dispuso que todas las fuerzas a su mando apoyaran a Bolívar para hacer frente al enemigo, mientras éste buscaba capturarlo para fusilarlo. José Bernardo de Tagle se refugió por los realistas en la asediada fortaleza del Callao.
Fue así que al culminar el año de 1823, a pesar de sus cotundentes triunfos en los anteriores hechos de armas y mientras el recién llegado Bolívar escribía solicitando refuerzos de Colombia y preparaba activamente la que sería la campaña final contra el Ejército Real del Perú, la situación empezaba a tornarse crítica para los sostenedores de la causa del rey:
Gnrl. Andrés Garcia Camba.
Los sucesos de 1824
Tregua en Buenos Aires y motín en el Callao
El historiador Rufino Blanco Fombona dice que "Todavía en 1824 Bernardino Rivadavia pacta con los españoles, estorbando así la campaña de Ayacucho": el 4 de julio de 1823, Buenos Aires concluyó una tregua con los comisionados españoles (Convención Preliminar de Paz (1823)) que le obligaba a mandar negociadores a los demás gobiernos sudamericanos para que pueda tener efecto la misma. Se estipulaba que las hostilidades cesarían 60 días después de su ratificación y subsistiría durante un año y medio, mientras se negociaría un tratado definitivo de paz y amistad. Con este motivo se reunieron en la ciudad de Salta Juan Gregorio de Las Heras con el brigadier Baldomero Espartero, sin alcanzar acuerdo alguno. Entre otras medidas tomadas por el virrey para contener su inminente rebelión, el 10 de enero de 1824 se le ordenó a Olañeta:
Rivadavia creía que el proyecto establecería la paz y paralizó el esfuerzo de las autoridades de Salta sobre el Alto Perú, negando auxilios y retirando los puestos avanzados, dañando la causa del Perú.
Al respecto, el historiador y militar de origen irlandés Daniel Florencio O'Leary opinó que con esa tregua "Buenos Aires se ha retirado implícitamente de la contienda", y que "el Gobierno de Buenos Aires pacta con los españoles, con perjuicio de la causa americana".
El 1 de enero de 1824 Bolívar cayó gravemente enfermo en Pativilca. En esas fechas llegó a Lima Félix Álzaga, ministro plenipotenciario de las Provincias Unidas del Río de la Plata para solicitar al Perú su adhesión a la tregua y que fue rechazada por el Congreso Peruano. Pero asimismo desde el 4 de febrero de 1824 se sublevó el acuartelamiento del Callao compuesto por el total de la infantería argentina de la Expedición Libertadora, junto con algunos chilenos, peruanos y colombianos: cerca de dos mil hombres que además se pasaron a los realistas , enarbolando el pabellón español y entregando las fortalezas del Callao. El regimiento de granaderos a caballo de los Andes también se amotinó en Lurín el 14 de febrero, dos escuadrones se dirigieron al Callao para unirse a sublevados, pero al saber que se habían pasado a los realistas, un centenar de ellos con los jefes del regimiento se dirigieron a Lima para unirse a Bolívar. El cuerpo fue luego reorganizado por el general Mariano Necochea. "Quedando así disuelto por el motín y la traición el memorable ejército de los Andes" concluye el historiador argentino Bartolomé Mitre.
Ante tales sucesos, el ministro de Colombia, Joaquín Mosquera “temiendo la ruina de nuestro ejército” preguntó:«¿Y qué piensa Ud. hacer ahora?», a lo que Bolívar, con tono decidido, le respondió:
El Sitio de El Callao prolongó la guerra hasta 1826, además inmediatamente desembocó en la ocupación de Lima por Canterac, y se afirma que en mayo de 1824 con una acción militar contra Bolívar "habrían dado el último golpe a la independencia de esta parte de América".
Rebelión de Olañeta
Sorpresivamente, al comenzar el año 1824, todo el ejército realista del Alto Perú se sublevó junto al caudillo absolutista español Pedro Antonio Olañeta contra el virrey del Perú, tras saberse que en España había caído el gobierno Constitucional. Efectivamente, el monarca Fernando VII de España y sus partidarios absolutistas, recuperaban el gobierno apoyados por 132.000 soldados franceses del ejército de la Santa Alianza, que ocupará España hasta 1830. Rafael del Riego moría ahorcado el 7 de noviembre de 1823 y los propulsores del movimiento liberal fueron ajusticiados, marginados o exiliados de España. El 1 de octubre de 1823 el monarca decretaba la abolición de todo lo aprobado durante los tres años de gobierno constitucional, lo que anulaba el nombramiento de La Serna como virrey del Perú. El alcance de la purga sobre los constitucionales de Virreinato del Perú parecía infalible.Olañeta ordena el ataque de los realistas altoperuanos contra los constitucionales del virreinato peruano. La Serna cambió sus planes de bajar a la costa para batir a Bolívar, y mandó a Jerónimo Valdés con una fuerza de 5.000 veteranos a cruzar el río Desaguadero, lo que se llevó a cabo el 22 de enero de 1824, para dirigirlo a Potosí contra su antiguo subordinado, "pues hay indicios que lo dirige una meditada traición, uniéndose a los disidentes de Buenos aires". Las Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú del oficial peninsular Andrés García Camba (1846) detallan el trastorno que los sucesos del Alto Perú produjo en los cálculos defensivos del virrey. Tras una prolongada campaña en las batallas de Tarabuquillo, Sala, Cotagaita, y finalmente la Lava el día 17 de agosto de 1824, ambas fuerzas realistas, del Virreinato del Perú (liberales) y de las provincias del Alto Perú (absolutistas), se atacaron mutuamente.
Bolívar, en comunicación con Olañeta, aprovechó el desmontaje del aparato defensivo realista para "movernos en todo el mes de mayo contra Jauja", y enfrentarse a José de Canterac aislado en Junín el 6 de agosto de 1824. Dio comienzo entonces una incesante persecución con la consecuente deserción de 2.700 realistas, que seguidamente engrosaban las filas independientes. Finalmente el 7 de octubre de 1824, con sus tropas a las puertas del Cuzco, Bolívar entregó al general Sucre el mando del nuevo frente de batalla, que recorría el curso del río Apurímac, y se retiró a Lima para tomar de la capital más empréstitos para sostener la guerra en el Perú, y recibir una división colombiana de 4.000 hombres despachada por Páez que no llegaría sino después de Ayacucho.La Campaña de Ayacucho
La desintegración del cuerpo de observación de Canterac obligó a La Serna a llevar desde Potosí a Jerónimo Valdés, quien acudió a marchas forzadas con sus soldados. Reunidos los generales realistas, y a pesar de las muestras de sincera adhesión del Cusco, el virrey descartó un asalto directo por la falta de instrucción de sus milicias, aumentadas mediante reclutas masivas de campesinos unas semanas antes. Por el contrario intentó cortar la retaguardia de Sucre a través de maniobras de marchas y contramarchas, que se sucedieron desde el Cusco hasta el encuentro en Ayacucho, a lo largo de la cordillera andina. De esta forma, los realistas buscaron un golpe de mano que obtuvieron el 3 de diciembre en la batalla de Corpahuaico o Matará. Pero la maestría y brillante dirección de Sucre y su estado mayor para mantener la organización, impidieron al virrey explotar ese éxito local. Aún a costa de sensibles perdidas en hombres y material Sucre mantuvo al Ejército Unido en repliege ordenado, y siempre situado en posiciones aseguradas, de difícil acceso como el campo de Quinoa.
Otro libro de memorias, In the service of the Republic of Peru del general Guillermo Miller, ofrece la visión de los independentistas. Además del talento de Bolívar y el de Sucre, el Ejército Unido se nutrió de buena parte de la experiencia militar del siglo: tropas mercenarias europeas, que en su mayoría eran voluntarios británicos, de tal forma que el número de europeos de ambos ejércitos, patriota y realista, era equivalente. Veteranos de la Independencia española, norteamericana, y Guerras de Independencia Hispanoamericana hasta casos como el mayor de origen alemán Carlos Sowersby, veterano de la batalla de Borodino contra Napoleón Bonaparte en Rusia.
Los realistas habían consumido sus recursos en una persecución que la genialidad de Sucre convirtió en inútil. Por la extrema dureza de las condiciones de una campaña en la cordillera andina, ambos ejércitos quedaron con el número de sus tropas reducidas por la deserción, que afectó en el mismo grado a los independientes, y que igualmente se focalizó en milicias carentes de instrucción militar o la recluta formada de prisioneros enemigos. Los jefes realistas posicionados en las montañas, con el conocimiento de que en menos de cinco días se verían obligados a retirarse por la hambruna de la tropa, lo que equivalía a la derrota por la próxima llegada de refuerzos de Colombia, se vieron impulsados a una decisión desesperada: la batalla de Ayacucho daba comienzo.
Orden de batalla
Existe un debate en torno a las cifras de combatientes, pero hay que tener presente que unos y otros comenzaron la campaña con un estado de fuerza de ejércitos (8.500 independientes vs. 9.310 leales) que disminuyeron su número en los semanas siguientes hasta mismo el día de la batalla (5.780 independientes vs. 6.906 leales) por las razones expuestas anteriormente.
Ejército Unido Libertador del Perú
- Comandante: general Antonio José de Sucre
- Jefe del Estado Mayor - general Agustín Gamarra
- Caballería – general Guillermo Miller
- Primera División - general José María Córdoba (2.300 hombres)
- Segunda División - general José de La Mar (1.580 hombres)
- Reserva - general Jacinto Lara (1.700 hombres)
Antes del inicio de la batalla, el general Sucre arengó a sus tropas:
Nótese que el mariscal Sucre omite mencionar en el parte a los Granaderos a Caballo del Río de la Plata. El general Miller en su Memoirs of General Miller: in the service of the republic of Peru da la composición completa de las fuerzas al mando de Sucre:
Cavalry, Miller (in the centre): Hussars of Junin, Granaderos of Colombia, Hussars of Colombia, Granaderos of Buenos Ayres.
Division La Mar (on the left): Legion. N° 1, 2, N° 3.
Los Husares de Junín, sin embargo, no formaban parte de la división de Miller, si no de la División La Mar.
Ejército Real del Perú
- Comandante: virrey José de La Serna
- Comandante de Caballería – brigadier Valentín Ferraz
- Jefe del Estado Mayor – teniente general José de Canterac
- División de Vanguardia - general Jerónimo Valdés (2.006 hombres)
- Primera División - general Juan Antonio Monet (2.000 hombres)
- Segunda División - general Alejandro González Villalobos (1.700 hombres)
- División de Reserva - general José Carratalá (1.200 hombres)
El dispositivo organizado por Canterac preveía que la división de vanguardia rodease en solitario la agrupación enemiga cruzando el río Pampas para sujetarla, mientras el resto del ejército realista descendía frontalmente desde el cerro Condorcunca, abandonando sus posiciones defensivas. Sucre se dio cuenta inmediatamente de la arriesgada maniobra, y con la división de Córdova acometió directamente a la masa desorganizada de tropas realistas, que sin poder formar para la batalla descendían en hileras de las montañas. Los violentos choques de las formaciones de línea empujaron a los dispersos tiradores de la división de Villalobos, quienes arrastraron en su retirada a las masas de milicianos sin que tampoco el grueso de la división de Monet ni la división de Reserva, que permanecían en la montaña, tuvieran alguna oportunidad de participar en la batalla. En el otro extremo, la segunda división de La Mar más la tercera división de Jacinto Lara detuvieron juntas la acometida de los veteranos de la división de vanguardia de Valdés. La batalla estaba ganada para los independentistas, el ejército Real del Perú destruido, y el virrey herido, fue hecho prisionero.
Bolívar convocó desde Lima al Congreso de Panamá, el 7 de diciembre, para la unidad de los nuevos países independientes. El proyecto fue ratificado únicamente por la Gran Colombia. Cuatro años más tarde la Gran Colombia, a causa del deseo personal de muchos de sus generales y de la ausencia de una visión unitaria que vislumbrara a Suramérica como una sola nación, terminaría dividiéndose en las naciones que forman actualmente el continente suramericano, tronchando de esta forma, el sueño de unidad que anhelara El Libertador de América.
La capitulación de Ayacucho
Es el tratado firmado por el jefe de estado mayor Canterac y Sucre al concluir la batalla de Ayacucho, el mismo 9 de diciembre de 1824. Sus principales consecuencias fueron varias:
- La renuncia definitiva a la contienda del ejército bajo el mando del virrey La Serna.
- La permanencia de los realistas en las fortalezas del Callao.
- La República del Perú debió saldar la deuda económica y política a los países que contribuyeron militarmente a su independencia.
La capitulación ha sido llamada por el historiador Juan Carlos Losada como "la traición de Ayacucho" y en su obra Batallas decisivas de la Historia de España (Ed. Aguilar, 2004), afirma que el resultado de la batalla estaba pactado de antemano. El historiador señala a Juan Antonio Monet como el encargado del acuerdo: “los protagonistas guardaron siempre un escrupuloso pacto de silencio y, por tanto, sólo podemos especular, aunque con poco riesgo de equivocarnos” (Pág. 254). Una capitulación, sin batalla, se habría juzgado indudablemente como traición. Los jefes españoles liberales no compartían la causa de Fernando VII, un monarca acusado de felón y tiránico, y símbolo del absolutismo.
Por el contrario el comandante Andrés García Camba refiere en sus memorias como, los oficiales españoles apodados más tarde "ayacuchos", fueron injustamente acusados a su llegada a España: "señores, con aquello se perdió masónicamente" se les dijo acusatoriamente, -"Aquello se perdió, mi general, como se pierden las batallas", respondieron los jefes españoles.
tomado de Wikipedia